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Seguro que todos vosotros os habréis encontrado alguna vez en esta situación. Tienéis algún tipo de dolor aparentemente físico (contracturas musculares, dolor de cabeza, digestiones pesadas, etc.) y acudís al médico. Tras haceros las pertinentes pruebas, os acaba diciendo que no tienéis nada y que el problema no es de base orgánica y que, por tanto, la única razón del síntoma debe ser el malestar psicológico (ansiedad, estrés, tristeza) que puedes estar experimentando.
A menudo cuando nos dicen eso nos quedamos de piedra. Pensamos «¿estoy yo realmente mal?«. Parece ser que sí, y como no paramos, ni nos habíamos dado cuenta.
Os animamos a ser conscientes de la conexión que existe entre vuestro cerebro y vuestro cuerpo. El cerebro y las ramificaciones sensoriales que se extienden por todo el cuerpo trabajan conjuntamente, transmitiendo el estado anímico del cerebro al resto del cuerpo. Por ejemplo, si estamos nerviosos porque tenemos una reunión importante, nos encontraremos moviendo las piernas sentados, encogiéndonos de hombros y tensando las cervicales, cruzando los brazos, presionando la mandíbula, comiendo más deprisa, etc. Mantener este estado de tensión constante, genera unas consecuencias. El cuerpo es como un aparato y si se sobrecalienta, empieza a fallar. Empezamos a sufrir somatizaciones. Por suerte, a menudo estos problemas son temporales y cuando los trabajamos, el síntoma desaparece. Pero si hacemos caso omiso a los avisos de nuestro cuerpo, al final, el síntoma se puede cronificar y convertirse en una enfermedad.
A continuación hablaremos de los síntomas más habituales y de las estrategias que podéis utilizar para evitar somatizar.
¿Cuáles son los síntomas más habituales?
  • Dolores físicos: contracturas musculares, dolor de cabeza, en la espalda, en las extremidades, en las articulaciones, presión en el pecho, dificultades respiratorias, taquicardias, etc.
  • Problemas intestinales: vómitos, diarreas, estreñimiento, digestiones pesadas, pérdida o aumento de peso, boca seca, mal aliento, etc.
  • Disfunción sexual: dolor al tener relaciones, disfunción eréctil, menstruaciones irregulares o dolorosas, etc.
  • Problemas psicológicos: apatía, incapacidad de disfrutar, tristeza, irritabilidad, dificultades de concentración, etc.

¿Y qué puedo hacer para revertir o minimizar los síntomas?

Os recomendamos las siguientes estrategias:

  • Conciencia de vuestro estado psicológico: es muy importante que os deis cuenta de cómo estáis cada cierto tiempo. Funcionamos de manera muy automática, y sin ser conscientes, podemos acumular meses y meses de estrés intenso. Os proponemos un ejercicio que consiste en preguntaros dos o tres veces al día y en diferentes momentos «¿como estoy?«. Si os encontráis en un estado que os genera malestar, deberéis reconducirlo hacía un estado de bienestar.
  • Tomad medidas para reducir el malestar: construir una rutina que sea realista nos puede ayudar mucho a no perder la noción de nuestro estado físico y psicológico. A menudo asumimos más cosas de las que podemos abarcar, por eso os proponemos: por un lado, que os hagáis un horario semanal en el que marquéis las horas de trabajo (¡no os paséis!), las responsabilidades personales (deberes, casa, hijos), y tiempo de ocio. Cada día necesitamos un rato de ocio (mínimo 30 minutos). Por otra parte, listad las cosas que necesitáis hacer, y proponeros una o dos cosas de la lista cada semana.
  • Relajación: buscad un momento para parar diariamente. En ese momento del día que más os ayude (mañana, mediodía, tarde o noche). Parad 10 minutos, centraos en la respiración, en las sensaciones corporales, en la gente que pasa, pero desconectad de los pensamientos negativos.
  • Actividades placenteras: Buscad hacer algo positivo para vosotros cada día (ir a tomar un café con alguien, pasear, escuchar música) y aprovechad los fines de semana para hacer algo más extraordinario (excursión, cine, comer o cenar fuera). Estos momentos positivos funcionarán como antídoto para reducir el peso del malestar.

Esperamos que estos consejos os ayuden a reducir los síntomas físicos caudados por vuestro malestar psicológico, y si creéis que os está costando más de lo normal, os animamos a poneros en contacto con nosotros y desde nuestro centro de psicología PsicoSalut Manresa estaremos encantados de ayudarle.

Marta Farré

Núm. col·legiada 23.251

El pasado día 1 de noviembre fue la festividad de todos santos, una fecha señalada a nuestro calendario para rendir tributo a aquellos seres queridos que ya no están.

La muerte es un suceso que, tarde o temprano, todas las personas experimentamos. Como muy habitualmente nos encontramos en consulta con casos de duelo patológicos, queremos dedicar el post de esta semana a hablar sobre el proceso de duelo y como aprender a convivir con la pérdida.

¿Qué es el duelo?
El duelo es un proceso psicológico que se experimenta ante una pérdida. Es normal que aparezcan síntomas negativos (tristeza, rabia, apatía, negación, bloqueo, etc.) que alteran profundamente el bienestar de la persona. Ha habido un cambio importante en la vida de la persona, y se requiere tiempo para conseguir digerirlo y adaptarse a la nueva situación.

¿Cuáles son las fases del duelo?
Cada persona vive el duelo de una manera distinta. Según la persona que se pierde (pareja, padres, hermanos, hijos, amigos), el momento en el cual pasa, las circunstancias en las cuales pasa, o los recursos personales de cada persona, el duelo puede durar más o menos.

Aun así, se definen 5 fases por las cuales la mayoría de personas pasa en un proceso de duelo:

· La negación: como mecanismo de defensa de la inmensa pérdida, la persona niega la realidad. Es una etapa totalmente normal que permite ganar tiempo para coger fuerzas para digerir la situación.

· El enojo: es una etapa de fuertes emociones que aparece cuando la persona se da cuenta que la situación no es reversible y busca culpables de la pérdida. Se culpa a sí misma de lo que no ha hecho. Culpa a gente de alrededor (médicos, familiares, amigos, parejas, hijos) que han hecho sufrir a la persona para hacerlos responsables de la muerte.

· La negociación: en esta etapa la persona fantasea con la idea de situaciones ficticias que permitan revocar la pérdida, como por ejemplo «¿qué hubiera pasado si hubiera hecho esto?», «¿la situación habría sido diferente?». Hay personas que incluso tienen pensamientos mágicos que les llevan a pensar que si hacen algo, la persona podrá revivir.

· La depresión: la persona experimenta una profunda tristeza y vacío emocional al darse cuenta que la persona desaparece de su día a día y que tiene que convivir con su ausencia. La sintomatología es muy similar a la depresión, pero con la diferencia que una vez superada esta etapa, los síntomas remiten.

· La aceptación: cuando la persona acepta la pérdida, se permite soltar la figura de la persona que ya no está y comprende qué ha pasado, es el momento en el cual acaba un proceso de duelo saludable y con el tiempo la persona será capaz de sentir emociones positivas y de pensar de forma sana en la persona que ya no está.

¿Qué recomendaciones te damos para vivir un proceso de duelo?

· Hablar de la muerte de la persona: hablar con familiares o amigos del suceso ayuda a comprender lo qué ha pasado y a confrontar todos los sentimientos que nacen de una situación tan terrible como la pérdida.

· Aceptar los sentimientos: permitirse vivir los sentimientos que aparecen y entenderlos como un proceso natural de curación.

· Mantener una cura personal: es importante mantener un estilo de vida organizado, con responsabilidades y con momentos que aporten bienestar.

· Exponerse a pertenencias y recordar buenos momentos vividos con la persona: mirar fotografías, oler su perfume, o revivir momentos felices junto a aquella persona permite crear un recuerdo infinito en la memoria que genera un sentimiento positivo hacía la persona que ya no está.

Duelo patológico

El duelo se convierte en un proceso patológico cuando después de meses, la persona sigue experimentando sintomatología negativa, no consigue adaptarse a la vida sin la persona que ha muerto, y recurre a conductas desadaptativas que empeoran su bienestar.

Esperamos que estos consejos os ayuden a vivir el duelo de forma saludable, y si creéis que os está costando más del que es normal, os animamos a poneros en contacto con nosotros y desde PsicoSalut Manresa estaremos encantados de ayudaros.

Marta Farré Armengol
Col. 23.251

El pasado día 28 de octubre fue el día nacional del trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad. Si tras las primeras evaluaciones del curso, en la escuela os han dicho que vuestro hijo o hija presenta alguna dificultad y que ésta puede ser dislexia o déficit de atención con o sin hiperactividad, esta información os interesa.

La dislexia y el TDA o TDAH son los trastornos que se detectan de manera más común en la población infantil y, sobre todo, en el entorno escolar. Estas provocan que los niños presenten algunas dificultades en los aprendizajes, la concentración, la atención, el comportamiento en clase … llegando a afectar en su autoestima y autoconcepto.

¿Qué es la dislexia?

Es un trastorno del neurodesarrollo, es decir, que se presenta a lo largo del desarrollo del niño/a; que refiere el aprendizaje con dificultad de lectura y/o escritura. (APA, DSM V).

¿Qué es el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad?

Al igual que la dislexia, es un trastorno del neurodesarrollo, que se refiere a un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere en el funcionamiento o desarrollo del niño. (APA, DSM V).

Porque lo presenta mi hijo o hija?

Ambas dificultades no tienen una causa situacional, es decir, no son derivadas de una situación concreta como un miedo; sino que se presentan como una característica o condición más en el desarrollo.

Lo importante que debemos tener en cuenta es: ¿Cómo le podemos ayudar?

Estas dificultades no son una enfermedad y no tienen cura. Si no, que son unas características concretas que le acompañarán a lo largo de su vida. Sin embargo, con trabajo terapéutico y acompañamiento tanto en casa como en la escuela, estas dificultades pueden disminuir, entrenando y mejorando aquellas habilidades y capacidades necesarias para tener un desarrollo normalizado y alcanzar sus potencialidades.

Este trabajo se lleva a cabo a través de la psicoeducación para entender qué pasa y por qué. Las reeducaciones psicoterapéuticas consisten en el entrenamiento de habilidades como la concentración en la que requieren un apoyo, y el acompañamiento, tanto en la familia como en el entorno escolar, a fin de dar herramientas y recursos para que se llegue facilitar el día a día tanto a la niña o niño, como a su entorno.

Si tenéis dudas, desde PsicoSalut Manresa estaremos encantados de asesoraros y acompañaros en el proceso diagnóstico y terapéutico.

Tania Saez Laguna

Col. 25.631